x Silvia Ribeiro
Cada vez más queda más claro que los agrocombustibles no solamente no son una panacea ambiental para enfrentar el cambio climático, sino por el contrario, lo van a empeorar.
Al mismo tiempo van sentando las bases para nuevas crisis alimentarias y de escasez de agua, junto a la expulsión de campesinos e indígenas de sus tierras, todo ello con amplias repercusiones económicas, sociales y ambientales negativas, principalmente para las poblaciones del tercer mundo.
Según afirma la organización internacional Grain en un documento reciente titulado No a la fiebre de los agrocombustibles (www.grain.org), "para comprender lo que esta ocurriendo, es importante hacer hincapié en que la agenda de los agrocombustibles no la han hecho autoridades preocupadas por evitar el calentamiento global o la destrucción ambiental (...) La forma en que se van a expandir los agrocombustibles ya ha sido definida, y ese camino lo siguen las transnacionales y sus aliados políticos. Quienes tienen el control son algunas de las empresas más poderosas del planeta: las industrias automovilísticas y petroleras, los comerciantes del rubro alimenticio, las compañías biotecnológicas y las firmas dedicadas a las inversiones a nivel mundial". A ninguna de esas empresas les interesa el bien común de la gente ni del planeta, solamente están interesadas en ver como aumentan sus ganancias.
En muchos países -incluyendo Europa y Estados Unidos- se han aprobado leyes o normativas para promover los agrocombustibles, seguidas de importantes subvenciones públicas para quienes se reconviertan a estas actividades a gran escala. Pero, como plantea Grain en su informe, es increíble que el debate sobre agrocombustibles y cambio climático, ninguna autoridad parece haber recapitulado sobre las causas de las emisiones de gases de efecto invernadero y como atenderlas realmente. Parece que todo se tratara de cómo alimentar a los autos y si acaso hacerlos más eficientes para que contaminen un poco menos (lo cual ni siquiera está probado que suceda con los agrocombustibles).
Basándose en el Informe Stern sobre la economía del cambio climático -encomendado por el gobierno británico- Grain reporta que "el transporte mundial es un importante productor de gases de efecto invernadero, con 14 por ciento de emisiones del total, pero la agricultura industrial per se es responsable de exactamente el mismo porcentaje de emisiones". Complementariamente, las emisiones producidas por el cambio de uso de la tierra (debido fundamentalmente a la devastación de bosques y áreas naturales provocada en gran parte por el avance de la frontera agrícola industrial y las plantaciones de monocultivos forestales) representan 18 por ciento del total. "No se puede más que concluir que el modelo agrícola industrial es el principal factor del calentamiento global", afirma Grain, "y este es, precisamente, el tipo de agricultura que promueven los agrocombustibles".
Dentro del modelo agrícola industrial, los fertilizantes, seguidos de la ganadería intensiva son las mayores fuentes de emisiones de efecto invernadero, debido a las grandes cantidades de nitrógeno que se vierten en el suelo, que más tarde es liberado a la atmósfera como óxido nitroso. A su vez, este tipo de agricultura provoca gran erosión y degradación del suelo, coadyuvando también así al cambio climático. Según la FAO, si se continúa con las prácticas actuales, 500 millones de hectáreas de tierras arables desaparecerán, contando sólo al tercer mundo. Con los agrocombustibles, no se continúa con las prácticas actuales sino que se aumentan e intensifican.
La agricultura industrial es, además, el principal consumidor de agua dulce, con 70 por ciento del uso de agua a nivel global, por lo que otros autores han señalado el enorme riesgo que implica la expansión de estas prácticas agrícolas.
Para la expansión de los agrocombustibles, las empresas requieren mucha más tierra de la usada actualmente. Por eso, se están ocupando para esos fines, campos que antes se usaban para alimentos, con lo cual provocan el alza del precio de éstos; se invaden áreas que antes eran bosques y otras áreas de gran diversidad que así dejan de contribuir a la regulación ecológica y de suelos; se promueve que agricultores y campesinos siembren para la demanda industrial de agrocombustibles de los países del norte, sumiendo a los campesinos en mayor dependencia con las transnacionales, haciéndolos perder sus propias fuentes de alimento y erosionando sus suelos. Cuando esto no funciona, directamente se los despoja de sus tierras por diversos mecanismos. De la India ya llegan noticias de campesinos desplazados para plantar jatropa para biodiesel.
"Todo esto", afirma Grain, "no significa ni más ni menos que la reintroducción de la economía colonialista de plantaciones, rediseñada para funcionar bajo las normas del mundo neoliberal globalizado".
Pero también se expande por todo el mundo la conciencia sobre esta trampa y la resistencia a ella.
*Investigadora del Grupo ETC
Cada vez más queda más claro que los agrocombustibles no solamente no son una panacea ambiental para enfrentar el cambio climático, sino por el contrario, lo van a empeorar.
Al mismo tiempo van sentando las bases para nuevas crisis alimentarias y de escasez de agua, junto a la expulsión de campesinos e indígenas de sus tierras, todo ello con amplias repercusiones económicas, sociales y ambientales negativas, principalmente para las poblaciones del tercer mundo.
Según afirma la organización internacional Grain en un documento reciente titulado No a la fiebre de los agrocombustibles (www.grain.org), "para comprender lo que esta ocurriendo, es importante hacer hincapié en que la agenda de los agrocombustibles no la han hecho autoridades preocupadas por evitar el calentamiento global o la destrucción ambiental (...) La forma en que se van a expandir los agrocombustibles ya ha sido definida, y ese camino lo siguen las transnacionales y sus aliados políticos. Quienes tienen el control son algunas de las empresas más poderosas del planeta: las industrias automovilísticas y petroleras, los comerciantes del rubro alimenticio, las compañías biotecnológicas y las firmas dedicadas a las inversiones a nivel mundial". A ninguna de esas empresas les interesa el bien común de la gente ni del planeta, solamente están interesadas en ver como aumentan sus ganancias.
En muchos países -incluyendo Europa y Estados Unidos- se han aprobado leyes o normativas para promover los agrocombustibles, seguidas de importantes subvenciones públicas para quienes se reconviertan a estas actividades a gran escala. Pero, como plantea Grain en su informe, es increíble que el debate sobre agrocombustibles y cambio climático, ninguna autoridad parece haber recapitulado sobre las causas de las emisiones de gases de efecto invernadero y como atenderlas realmente. Parece que todo se tratara de cómo alimentar a los autos y si acaso hacerlos más eficientes para que contaminen un poco menos (lo cual ni siquiera está probado que suceda con los agrocombustibles).
Basándose en el Informe Stern sobre la economía del cambio climático -encomendado por el gobierno británico- Grain reporta que "el transporte mundial es un importante productor de gases de efecto invernadero, con 14 por ciento de emisiones del total, pero la agricultura industrial per se es responsable de exactamente el mismo porcentaje de emisiones". Complementariamente, las emisiones producidas por el cambio de uso de la tierra (debido fundamentalmente a la devastación de bosques y áreas naturales provocada en gran parte por el avance de la frontera agrícola industrial y las plantaciones de monocultivos forestales) representan 18 por ciento del total. "No se puede más que concluir que el modelo agrícola industrial es el principal factor del calentamiento global", afirma Grain, "y este es, precisamente, el tipo de agricultura que promueven los agrocombustibles".
Dentro del modelo agrícola industrial, los fertilizantes, seguidos de la ganadería intensiva son las mayores fuentes de emisiones de efecto invernadero, debido a las grandes cantidades de nitrógeno que se vierten en el suelo, que más tarde es liberado a la atmósfera como óxido nitroso. A su vez, este tipo de agricultura provoca gran erosión y degradación del suelo, coadyuvando también así al cambio climático. Según la FAO, si se continúa con las prácticas actuales, 500 millones de hectáreas de tierras arables desaparecerán, contando sólo al tercer mundo. Con los agrocombustibles, no se continúa con las prácticas actuales sino que se aumentan e intensifican.
La agricultura industrial es, además, el principal consumidor de agua dulce, con 70 por ciento del uso de agua a nivel global, por lo que otros autores han señalado el enorme riesgo que implica la expansión de estas prácticas agrícolas.
Para la expansión de los agrocombustibles, las empresas requieren mucha más tierra de la usada actualmente. Por eso, se están ocupando para esos fines, campos que antes se usaban para alimentos, con lo cual provocan el alza del precio de éstos; se invaden áreas que antes eran bosques y otras áreas de gran diversidad que así dejan de contribuir a la regulación ecológica y de suelos; se promueve que agricultores y campesinos siembren para la demanda industrial de agrocombustibles de los países del norte, sumiendo a los campesinos en mayor dependencia con las transnacionales, haciéndolos perder sus propias fuentes de alimento y erosionando sus suelos. Cuando esto no funciona, directamente se los despoja de sus tierras por diversos mecanismos. De la India ya llegan noticias de campesinos desplazados para plantar jatropa para biodiesel.
"Todo esto", afirma Grain, "no significa ni más ni menos que la reintroducción de la economía colonialista de plantaciones, rediseñada para funcionar bajo las normas del mundo neoliberal globalizado".
Pero también se expande por todo el mundo la conciencia sobre esta trampa y la resistencia a ella.
*Investigadora del Grupo ETC
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