martes, 17 de junio de 2008

Los verdaderos bandidos rurales

Lock out de los agroexportadores: los verdaderos bandidos rurales

Por El militante -
Tuesday, Jun. 17, 2008 at 10:16 AM


Se cumplen tres meses de conflicto en el
sector agropecuario, y todavía el grueso de las familias trabajadoras
asiste como espectador pasivo al mismo, en medio de la escalada
inflacionaria y el deterioro de su calidad de vida.


En los últimos días el conflicto se agravó cuando
los dueños de los camiones decidieron bloquear las rutas en protesta
por los cortes de ruta de los propietarios del campo que impiden el
paso de sus camiones.

Ahora se habla de la politización del
conflicto. Pero la verdad es que sólo en términos políticos puede
entenderse el conflicto, y más aún resolverlo. El sector que agrupa a
la gran burguesía agropecuaria y enfrenta el gobierno sabe que se
acotan los tiempos. Quiere poner fin a una protesta que ya no da más, y
teme que la realidad muestre a las claras que su único interés en la
protesta es mantener sus enormes ganancias, a costa de los
trabajadores, vía suba de precios o con subsidios estatales. El resto
de la burguesía también lo tiene claro, por eso en Rosario - a pesar de
ser uno de los epicentros de la protesta- las diferentes asociaciones
empresariales rechazaron el 2 de junio sumarse al “paro” de solidaridad
solicitado por los “ruralistas”, mostrando su “absoluto desacuerdo” con
la medida (Clarín, 30/05).

Quiénes definen el conflicto


¿Por qué la Federación Agraria (FA), cuyos vínculos la situaron
históricamente dentro del llamado “campo popular”, está teniendo un
papel tan relevante en una protesta junto a los grandes terratenientes
y agroexportadores, sabiendo que sin su participación el conflicto no
tendría pilares para sostenerse?

Hay que decirlo por mucho
que no guste; los cambios operados en la cadena de producción y
comercialización agropecuaria, ha licuado en el tiempo presente los
intereses propios de los pequeños productores, subordinándolos
estrechamente a los grandes pulpos del resto de la cadena. Para ello
fue vital la experiencia del menemismo, que además de liquidar
conquistas importantes del movimiento obrero, dejó librado a su suerte
a los pequeños productores genuinos reduciéndolos a su mínima
expresión, lo que favoreció el desalojo de sus tierras y la
concentración de la propiedad, creando las bases para una nueva
división del trabajo en el campo y una anarquía mayor de la producción
agropecuaria.

A través de los llamados “pools” de siembra, el
alquiler de tierras, las acopiadoras, la subcontratación de labores, se
ha formado una tupida red de intereses comunes entre los pequeños, los
medianos y los grandes productores, en determinadas regiones del agro
argentino, y entre éstos y los monopolios exportadores, que son los que
explican esta unidad, aparentemente granítica, de todas las clases
poseedoras del campo.

No sorprende, entonces, que la FA no
defienda siquiera que el aumento de las retenciones móviles esté
discriminado a favor de los pequeños productores, como exige la
izquierda, sino que la reducción de las retenciones sea la misma para
todos, chicos y grandes. Tampoco considera relevantes las concesiones
formales a los pequeños productores y monotributistas, anunciadas por
el gobierno, de devolverles las retenciones móviles y subsidiarles los
fletes hasta los puertos.

Y sin embargo, la FA, más allá de
su voluntad y la de sus representados, cumple ahora el triste papel de
idiota útil, porque ahora la burguesía trata por todos los medios de
finalizar esta experiencia del lock out, mientras que Buzzi y De
Angeli, se empeñan en mantenerlo por la presión de sus bases, que
creyeron a los grandes propietarios agropecuarios cuando decían que
iban a luchar hasta el final.

Si la CGT defendiera los
intereses de los trabajadores genuinamente, ya hubiera desarticulado el
frente de la FA con las grandes patronales agropecuarias, denunciando
la situación de los peones rurales, el aumento de la canasta de
alimentos, la depreciación de los salarios, los millonarios subsidios a
los empresarios, habría puesto a la FA en una disyuntiva de hierro, al
tiempo que clarificaría en millones de trabajadores la posición
correcta tanto frente a los agroexportadores como frente al gobierno.
Pero su alianza estratégica con el gobierno le impide ir tan lejos,
porque tampoco quiere ser desbordada por la movilización obrera, de
allí que esté en las penumbras de este conflicto. No es casualidad que,
en el medio del conflicto, la UOM arrancara un aumento salarial de 32%.
El malestar de la clase obrera es más tangible de lo que se pueda
pensar, tanto como que la protesta agraria no suma gran adhesión en los
grandes centros urbanos donde se concentra el movimiento obrero del
país.

De tibios e inmorales

Claro que si ya casi
nadie desea el conflicto, lo extraño es su duración. Por un lado, el
gobierno no puede dar marcha atrás abiertamente. Fue golpeado desde el
principio, manifestando cierta torpeza, perdió un ministro de economía,
y se desgastó muy fuerte la imagen de la presidenta. La oposición logró
darse un cierto “baño de masas” pero sólo como un convidado, sin
protagonismo, fragmentada, pero consiguió cierta revitalización. El
gobierno quiere salir del conflicto sin sentirse derrotado, y no puede
dar más concesiones de las que ya hizo.

Por el lado de los
pulpos, ya hubieran levantado el lock out hace mucho, pero las
entidades se han excedido en su rol y están un tanto fuera de control.
Ocurre que las mismas no le pueden decir a miles de pequeños y medianos
productores que, aunque el gobierno redujera las retenciones, nada va
cambiar, porque el problema mayor no son las retenciones del Estado
sino ellos mismos: los grandes propietarios, los pools de siembra, las
acopiadoras, los monopolios de fabricantes de semillas y agroquímicos,
los mismos que los perjudican día a día, levantando a su costa montañas
de dinero.

El conflicto agropecuario no da más, sólo existe
un problema de formas: cómo ocultar la realidad a los productores de
poca envergadura y a las familias trabajadoras.

No obstante,
debemos advertir contra cualquier intento de los empresarios, de la
ciudad y del campo, que traten de descargar sobre los trabajadores los
efectos directos o indirectos del conflicto agropecuario (cesantías,
impago de horas extras, recortes salariales, etc.). Los trabajadores no
tenemos ninguna responsabilidad por esta crisis y debemos apelar a las
medidas de fuerza necesarias para enfrentar cualquier amenaza.

Una salida obrera y socialista al conflicto del campo


Desde la Corriente Socialista El Militante nunca apoyamos este lock
out, pues no estaban en juego los intereses del pequeño productor ni de
la clase obrera en su conjunto.

Si la dirección de la FA
hubiera levantado un pliego de reivindicaciones propio y al margen de
las grandes patronales entidades agrarias, se hubiera justificado
nuestro apoyo y el de los trabajadores. Pero no fue el caso. Por eso es
lamentable que los dirigentes de grupos de izquierda como el PCR o el
MST traspasaran una cuestión de principios, poniéndose codo a codo con
los intereses del enemigo de clase en contra de los intereses de los
trabajadores, sin exigirle siquiera a la FA que rompiera su frente con
la Sociedad Rural. En sentido contrario, la dirección del PC apoyó
acríticamente al gobierno en este conflicto.

Sólo un programa
socialista que vincule los intereses de la clase obrera de la ciudad y
el campo con las demandas más progresivas del pequeño propietario puede
cortar de raíz el bloque reaccionario en el campo que ata al pequeño
productor y a sectores de la clase obrera del interior, tras los
reclamos de los grandes capitalistas agropecuarios.

A la
expropiación de la gran propiedad terrateniente (el 80% de la tierra
cultivable en Argentina), debemos añadir la nacionalización de los
monopolios (agroexportadores, redes de comercialización, producción de
insumos) y la nacionalización de la Banca, que permitiría otorgar
créditos baratos a interés mínimo para trabajadores y pequeños
productores.

Todo esto permitiría abaratar costos e integrar
a los pequeños productores en unidades de producción mayores,
estrechamente asociadas a un plan nacional de producción en interés de
la mayoría de la sociedad, donde la gran propiedad territorial e
industrial esté en manos de los trabajadores.

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