miércoles, 1 de julio de 2009

Golpe de Estado contra el Presidente Zelaya


Consecuencias de la impunidad en Honduras

El sueño de la población, que dormía tranquila la madrugada del domingo 28 de junio, fue interrumpido con el golpe de Estado ejecutado por las Fuerzas Armadas junto con el Poder Judicial y Legislativo, el Ministerio Público y la mayoría de los medios de comunicación social.

En horas de la tarde los diputados nombraron como sustituto de Manuel Zelaya Rosales al presidente del Congreso Nacional, Roberto Micheletti Baín, quien, a pesar de no ser reconocido por la comunidad internacional, procedió a nombrar un nuevo Gabinete de Gobierno.

El presidente Zelaya fue expulsado a Costa Rica horas después de haber sido amenazado de muerte y sacado a la fuerza de su casa de habitación por un comando militar que golpeó y sometió a su Guardia de Honor Presidencial, la cual, según el mandatario, fue fiel hasta el último momento.

Los militares no le dieron tiempo a Zelaya Rosales ni siquiera de vestirse, por lo que tuvo que arribar a San José de Costa Rica, en calidad de visitante especial, con su ropa de dormir, según contó él tras su llegada a San José.

Zelaya fue trasladado a la Base Aérea Hernán Acosta Mejía, donde el Presidente había encabezado el jueves anterior una manifestación popular para rescatar el material de la encuesta de opinión que se celebraría el domingo 28 de junio. Una vez en la Base, fue obligado a subir al avión presidencial West Wing con rumbo a San José, donde aterrizó en condiciones que aún no han sido aclaradas ampliamente por el Gobierno costarricense, sobre todo en lo referente a los militares que custodiaron al mandatario y que ingresaron a ese país con armas de guerra.

Hasta aquí un extracto del relato que hace el Diario El Tiempo de Tegucigalpa, en su edición del 29jun09, del inicio de golpe de estado militar, el primero contra un presidente constitucional desde el que se llevó a cabo el 3 de octubre de 1963 contra el presidente Ramón Villeda Morales, encabezado por Oswaldo López Arellano.

Este golpe de estado desestabiliza, sin lugar a dudas, a países centroamericanos como Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que ven renacer el militarismo nacionalsocialista que las Fuerzas Armadas argentinas implantaron entre 1980 y 1984. Casualmente, en Honduras se instaló en la primavera de 1981, proveniente de Guatemala, el centro de comando del "Grupo Exterior de Tareas o Andean Task Force", como llamaban los generales argentinos a esta fuerza que, en realidad, pretendía imitar a los tristemente célebres "Einsatzgruppen" que el partido nacionalsocialista usó en el Este de Europa.

El entonces Coronel Gustavo Álvarez Martínez (egresado del Colegio Militar argentino en 1961) ofreció a William Casey, director de la CIA en aquellos años, una base para hostigar a Nicaragua. La Contra nicaragüense había comenzado su formación en el III Cpo de Ejército argentino a manos de un oficial de nombre Seineldín, posteriormente jefe de los Carapintadas argentinos y guardaespaldas del hombre de la CIA en Panamá, Manuel Noriega, hasta que éste cayó en desgracia. De este entorno surgió la tragedia en Honduras y el accionar del Grupo de Tareas 3-16 dirigido por Billy Joya, los militares argentinos y un virrey llamado John Dimitri Negroponte.

Desde aquel ayer, cerrado con un modelo de impunidad que se pretendía perfecto según los asesores militares y civiles españoles que reemplazaron a las tropas argentinas después de su debacle en la Guerra de las Malvinas, surgen estos fantasmas que no son más que hijos de aquellos guerreros nacionalsocialistas a cuyas espaldas hay que cargar más de 250.000 víctimas producto de sus operaciones de exterminio. Ahora vienen a completar su modelo político reaccionario mezcla de oligarquía, nacionalsocialismo y neofalangismo español.




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