Viernes 20 de julio de 2007 |
La huerta Orgázmica de caballito Resiste
¡No Al Desalojo de la Huerta! / /¡Ni Rejas Ni Cemento! /¡Si a la Biodiversidad!/ gritan los carteles que vemos desde el tren Sarmiento, apenas sale de la estación de Caballito hacia Once. Detrás de ellos asoman hortalizas y flores, plantadas por un colectivo que limpió la zona de escombros hace ya más de cinco años. La huerta ocupa un hueco de unos 500 metros cuadrados entre una fila de casas, el costado de la Plaza Giordano Bruno, y las vías del tren. Este triángulo de Buenos Aires era, en el 2002, un basural estéril utilizado como baño de humanos y perros, y completamente ignorado por el Estado. Ahora es un lugar de búsqueda y encuentro, de trabajo y de descanso: un desafío al cemento y la vida urbana habitual e individual. Ahora hay más de cien plantas, cantidades de aves, un horno, una cocina de barro, un invernadero, una pileta y una mesada para elaborar las comidas naturales que se suelen preparar y compartir en la huerta.
En el comienzo
La Huerta de Caballito nació como una iniciativa de las asambleas populares de la zona en febrero del 2002, cuando unas 20 personas se juntaron para poblar de verde ese pedazo estéril y hediondo de tierra porteña. Primero intentaron armarla en otro terreno, sobre las vías también, pero detrás del Estadio de Ferro Carril Oeste. Ahí llegaron oficiales del Centro de Gestión y Participación de la zona, y les informaron que ese predio estaba destinado a obras del subterráneo. Ese día el grupo se fue, pero al día siguiente logró establecerse en el terreno que ocupa actualmente la huerta. Una vez desmalezado, limpiado y emprolijado se hicieron cinco canteros de huerta orgánica intensiva, otros cinco canteros de chacra, un cantero en el límite de la huerta de plantas aromáticas y se colocó un cerco perimetral que marcaba y evidenciaba el trabajo realizado dentro de la huerta. En ese entonces, nacida de un proyecto interasambleario, la huerta se llamó Huerta Comunitaria Asambleas Populares.
El colectivo de huerteras y huerteros urbanos tuvo en sus primeros tiempos, como consejero, a un ingeniero agrónomo, y pedía las semillas del programa “Pro-Huerta” del INTA. La primera visualización del espacio era la de una huerta piloto en la que se aprendería a sembrar y se repartiría la cosecha por igual. En ese entonces se cruzaban al centro cultural La Sala y a la biblioteca Los libros de la Buena Memoria, ubicados frente a la plaza Giordano Bruno, donde se reunían para ver videos del programa del INTA “Pro-Huerta” y empezaban a relacionarse con otras personas que deseaban construir una alternativa más solidaria, sincera y clara que las políticas vigentes.
Año a año, la huerta fue extendiéndose, mejorando la calidad del suelo sobre la que se encuentra con años de abono natural y aportes de las raíces de las plantas y los microorganismos. A medida que se recuperaba más terreno, limpiándolo de escombros y basura, se fue cambiando la dinámica de los canteros. Los primeros son lineal-rectangular, y los más recientes de formas más experimentales: herraduras, eses.
La huerta actualmente
Hoy en día, las técnicas de huerta orgánica intensiva y el Pro-Huerta ya no le interesan a los integrantes de la huerta de Caballito. El colectivo de la huerta la rebautizó “Huerta Orgázmika” en reconocimiento al placer que da la huerta. Se ha volcado más a las técnicas experimentales de la permacultura de Fukuoka y Mollison, y se autoabastece de semillas junto con otras huertas que integran una red llamada “Semillas para la Vida”. En octubre del año pasado la Huerta Orgázmika fue sede de uno de los encuentros de intercambio de semillas que realiza esta red. La diversidad de plantas en el lugar pasó a ser uno de los puntos del proyecto a concretar. Hoy en día el terreno es un espacio verde con más de 100 variedades de plantas y microorganismos de diferentes tipos que favorecen a la biodiversidad y a la oxigenación del barrio y de la ciudad. El saber transmitido por ingenieros agrónomos cedió ante la práctica propia y la de huertas amigas: el experto perdió protagonismo, y dio lugar al conocimiento práctico creado por la búsqueda del propio grupo, entre pares y de modo horizontal.
Por medio de talleres y visitas, se fueron compartiendo técnicas y conocimientos desde cómo hacer humus de lombriz a cómo construir una cocina experimental o qué usos culinarios y medicinales se les conoce a las plantas silvestres. Este intercambio y aprendizaje colectivo continúa hasta el día de hoy, y desde hace unos meses se extiende también a través del Internet, donde tanto las personas que están presentes en la huerta como las que están lejos, pero interesadas, pueden ver el registro de las actividades y talleres realizadas, en el blog.
La huerta amenazada
En junio del 2005 el gobierno de la ciudad de Buenos Aires llamó a licitación para el proyecto “Remodelación de la plaza Giordano Bruno” con un presupuesto oficial de $ 1.010.754,69. El 31 de enero de 2006 la obra se preadjudica a Giro Construcciones, SA, aumentando el monto a $ 1.460.159,92. Se fija un plazo de 90 días corridos para ejecución de la obra. Y ahí queda hasta enero del 2007, cuando comienzan.
El 29 de enero, las y los integrantes de la huerta decidieron, frente a la inminente reestructuración de la Plaza Giordano Bruno, enviar un escrito a las distintas oficinas del gobierno de la ciudad que figuraban como responsables de la estructuración en el cartel de la obra. En este escrito además de presentarse ante dichas oficinas, expusieron su inquietud sobre el planeamiento del gobierno de la ciudad sobre el terreno de la huerta y pidieron entrevistas con cada uno de los funcionarios correspondientes. Con este escrito, integrantes de la huerta comenzaron a recorrer un largo camino de burocracia, que les condujo por oficinas del CGP, del Ministerio de Espacios Públicos y de la Dirección General de Enlace Comunitario e Institucional .
En febrero, la huerta cumplió cinco años de vida. Los festejó el 24 de febrero en otro espacio recuperado: La Kasa de las Estrellas, en La Boca. A los pocos días, los constructores a cargo del proyecto de remodelación de la Plaza Giordano Bruno pretendieron borrarla. El 28 de febrero los obreros de la plaza pusieron postes para delimitar un supuesto canil en el medio de la huerta. El colectivo de la Huerta Orgázmika, ya alerta, se preparó para resistir.
El 29 de febrero fueron a la Dirección General de Espacios Verdes con el fin de ponerle al tanto de la situación.
El 8 de marzo, en respuesta a su pedido de enero, se les notifica mediante dos escritos (fechados el 22 de febrero), que provienen del Ministerio de Espacios Públicos y de Dirección General de Espacios Verdes; que los terrenos de la huerta no pertenecen a Espacios Verdes (quien pretende utilizarlos) sino que pertenecen a la ONABE.
El 12 de marzo, integrantes de la huerta volvieron a solicitar entrevistas ya que si ese terreno no pertenecía a Espacios Verdes, las obras eran ilegales. Finalmente, fueron informados que el terreno había sido cedido por la ONABE, pero que ninguna de las partes parecía tener el papel definitivo donde figuraría Espacios Verdes como el “dueño” actual. Este laberinto kafkiano oscilaba entre lo cómico y lo desesperante. Pero para ese momento, el colectivo de la Huerta Orgázmika ya estaba en plan de lucha.
La resistencia
El 6 de marzo empezó el acampe. En un paisaje en el que se destacaban las nuevas rejas de la Plaza Giordano Bruno y los escombros tapiados de la vieja casa del Centro Cultural La Sala, recientemente demolida, brotaron carpas entre las hortalizas. El colectivo Huerta Orgázmika, personas y colectivos afines se dispusieron a poner el cuerpo para evitar la pérdida del lugar.
Vía legal, vía política, acción directa: todas las vías se recorrieron y recorren en simultáneo. A la presencia física se le sumaron las continuadas formalidades de los caminos de la burocracia, las reuniones con las abogadas afines y con grupos afines. Junto con el colectivo que lleva adelante el Centro Cultural La Sala (ahora a unas cuadras de la huerta), se conformó una asociación civil y presentó un proyecto para asegurar la continuidad de la Huerta Orgázmika.
El lunes 26 de marzo hubo una marcha por la Huerta Orgázmika a la Dirección General de Espacios Verdes, que derivó en una serie de entrevistas con personal de Enlace Comunitario. En la primera de éstas, las y los integrantes de la huerta pidieron ver un plano que señalara qué iba a suceder con el espacio. Los funcionarios dijeron que no disponían de uno pero que lo pedirían.
A la tercera reunión, los funcionarios dijeron que aún no tenían un plano, pero las y los integrantes de la huerta lo habían obtenido a través de la constructora (con cuyos arquitectos y capataces, también se sostenían charlas). Este plano incluye claramente el terreno donde se encuentra la huerta , ya dentro de la “nueva” plaza. Donde ahora están los canteros que se le arrebataron a los escombros con años de aportes de materia orgánica, la ciudad planea un camino de cemento. Los funcionarios presentes en la reunión afirmaron que ese plano, firmando, sellado y aprobado por la Dirección General de Espacios Verdes, no era definitivo, y que no se haría nada en la huerta mientras duraran las negociaciones.
Se discutió cómo sería una huerta aceptable según el gobierno y según el colectivo de la huerta. Allí se perfilaron claramente las visiones diametralmente opuestas de “espacio verde” que tienen los arquitectos del gobierno y el colectivo de la huerta. Los primeros podían contemplar una huerta que sería más bien unos canteros permanentes como los de flores y arbustos, pero que en lugar de esto tengan alguna hortaliza. Su huerta estaría enrejada, pavimentada, y sujeta a los horarios de la plaza. Sería una huerta de consumo visual, por la que transitarían cantidades de personas de paso… más plaza que huerta. El colectivo defendía su práctica ya existente: un lugar separado pero abierto a las personas que quieran participar, con puertas y horarios independientes, canteros movibles y construcciones ecológicas. Un lugar autónomo, de aprendizaje…más huerta que plaza.
Se sostuvo un reunión más, el 17 de abril, en la que el colectivo de la Huerta Orgázmika entregó a Enlace Comunitario un proyecto proponiendo que el uso y cuidado del lugar que viene usando y cuidando hace más de cinco años quede en sus manos. Al día de la fecha, este proyecto sigue sin tener respuesta.
Mientras tanto, se siguió (y se sigue) sembrando, construyendo, haciendo talleres, encuentros de música, ciclos de cine, realizando el comida no bombas (comida vegetariana gratuita preparada en la huerta con cosecha propia y compartida en la calle), y apoyando y recibiendo el apoyo de grupos afines.
El 13 de julio hubo una segunda marcha por la permanencia de la huerta, esta vez a Jefatura de Gobierno. Se volvió a presentar el proyecto de la huerta que se había presentado en abril a Enlace Comunitario - sin suerte - y a principio de julio a Espacios Verdes - también sin suerte.
A diferencia de la falta total de respuesta de los organismos oficiales, la constructora sí parece modificar sus planes ante la acción directa. Se logró evitar que la huerta fuera enrejada. La empresa continuó colocando postes entre la huerta y el paso a nivel de la calle Rojas, pero el viernes 13 de julio los retiró. Sin embargo este hecho no asegura la continuidad de la huerta ni que la obra no siga durante la gestión de Telerman. Lo que busca el colectivo de la huerta es asegurar la permanencia de ésta más allá de cualquier gobierno de turno.
Para los y las integrantes de la Huerta Orgázmika, lo que se disputa con el gobierno de la ciudad es mucho más que unos 500 metros cuadrados de tierra: es la posibilidad de crear prácticas diferentes a las que nos inculca la sociedad pasiva, dónde sólo tenemos función como consumidores de productos terminados. El colectivo ve este pequeño lugar como un lugar donde encontrar, en la práctica, otra manera para combatir el dominio sobre nuestras vidas. Para el gobierno, estos mismos 500 metros cuadrados de tierra significan otra cosa: la posibilidad de gastar unos miles de pesos más de fondos públicos. Por esto, pretende eliminar la autonomía del espacio, y reemplazar el funcionamiento actual, autoorganizado, por los canales de la burocracia.
El espacio de la huerta, en la forma en que se utiliza actualmente, no genera ningún gasto para el gobierno de la ciudad. Esto, para los funcionarios y constructores, es una “oportunidad”.
El terreno de la Huerta Orgázmika de Caballito era un lugar abandonado, utilizado como basural, un lugar contaminado. En estos cinco años se llenó de vida. La lucha es constante, del día a día. Cada planta, cada hoja, cada flor es fruto de una resistencia contra este sistema que todo capitaliza, que todo deforma, que todo destruye. Ahí se aprende a hacer una labor libre, labor que permitió que este lugar se llene de plantas, de aves, de humanos, rompió con el paisaje de la cotidianeidad tóxica. Convirtió el lugar en una zona liberada para experimentar y conocer no sólo la tierra, sino también nuevas maneras de relacionarse entre todas y todos y con la naturaleza.
Según una integrante del colectivo de la Huerta Orgázmika, “La huerta no es sólo un antojo de unas alocadas. Es la demostración de que es posible revivir muchos espacios de la ciudad que hoy están muertos. Es también el deseo y la convicción de reducir nuestra participación en el mercado, cosechar nuestros propios alimentos y conocer lo que comemos.”
¡No al desalojo de la huerta!
Mail de la Huerta: huertaorgazmika@gmail.com
La huerta Orgázmica de caballito Resiste
¡No Al Desalojo de la Huerta! / /¡Ni Rejas Ni Cemento! /¡Si a la Biodiversidad!/ gritan los carteles que vemos desde el tren Sarmiento, apenas sale de la estación de Caballito hacia Once. Detrás de ellos asoman hortalizas y flores, plantadas por un colectivo que limpió la zona de escombros hace ya más de cinco años. La huerta ocupa un hueco de unos 500 metros cuadrados entre una fila de casas, el costado de la Plaza Giordano Bruno, y las vías del tren. Este triángulo de Buenos Aires era, en el 2002, un basural estéril utilizado como baño de humanos y perros, y completamente ignorado por el Estado. Ahora es un lugar de búsqueda y encuentro, de trabajo y de descanso: un desafío al cemento y la vida urbana habitual e individual. Ahora hay más de cien plantas, cantidades de aves, un horno, una cocina de barro, un invernadero, una pileta y una mesada para elaborar las comidas naturales que se suelen preparar y compartir en la huerta.
En el comienzo
La Huerta de Caballito nació como una iniciativa de las asambleas populares de la zona en febrero del 2002, cuando unas 20 personas se juntaron para poblar de verde ese pedazo estéril y hediondo de tierra porteña. Primero intentaron armarla en otro terreno, sobre las vías también, pero detrás del Estadio de Ferro Carril Oeste. Ahí llegaron oficiales del Centro de Gestión y Participación de la zona, y les informaron que ese predio estaba destinado a obras del subterráneo. Ese día el grupo se fue, pero al día siguiente logró establecerse en el terreno que ocupa actualmente la huerta. Una vez desmalezado, limpiado y emprolijado se hicieron cinco canteros de huerta orgánica intensiva, otros cinco canteros de chacra, un cantero en el límite de la huerta de plantas aromáticas y se colocó un cerco perimetral que marcaba y evidenciaba el trabajo realizado dentro de la huerta. En ese entonces, nacida de un proyecto interasambleario, la huerta se llamó Huerta Comunitaria Asambleas Populares.
El colectivo de huerteras y huerteros urbanos tuvo en sus primeros tiempos, como consejero, a un ingeniero agrónomo, y pedía las semillas del programa “Pro-Huerta” del INTA. La primera visualización del espacio era la de una huerta piloto en la que se aprendería a sembrar y se repartiría la cosecha por igual. En ese entonces se cruzaban al centro cultural La Sala y a la biblioteca Los libros de la Buena Memoria, ubicados frente a la plaza Giordano Bruno, donde se reunían para ver videos del programa del INTA “Pro-Huerta” y empezaban a relacionarse con otras personas que deseaban construir una alternativa más solidaria, sincera y clara que las políticas vigentes.
Año a año, la huerta fue extendiéndose, mejorando la calidad del suelo sobre la que se encuentra con años de abono natural y aportes de las raíces de las plantas y los microorganismos. A medida que se recuperaba más terreno, limpiándolo de escombros y basura, se fue cambiando la dinámica de los canteros. Los primeros son lineal-rectangular, y los más recientes de formas más experimentales: herraduras, eses.
La huerta actualmente
Hoy en día, las técnicas de huerta orgánica intensiva y el Pro-Huerta ya no le interesan a los integrantes de la huerta de Caballito. El colectivo de la huerta la rebautizó “Huerta Orgázmika” en reconocimiento al placer que da la huerta. Se ha volcado más a las técnicas experimentales de la permacultura de Fukuoka y Mollison, y se autoabastece de semillas junto con otras huertas que integran una red llamada “Semillas para la Vida”. En octubre del año pasado la Huerta Orgázmika fue sede de uno de los encuentros de intercambio de semillas que realiza esta red. La diversidad de plantas en el lugar pasó a ser uno de los puntos del proyecto a concretar. Hoy en día el terreno es un espacio verde con más de 100 variedades de plantas y microorganismos de diferentes tipos que favorecen a la biodiversidad y a la oxigenación del barrio y de la ciudad. El saber transmitido por ingenieros agrónomos cedió ante la práctica propia y la de huertas amigas: el experto perdió protagonismo, y dio lugar al conocimiento práctico creado por la búsqueda del propio grupo, entre pares y de modo horizontal.
Por medio de talleres y visitas, se fueron compartiendo técnicas y conocimientos desde cómo hacer humus de lombriz a cómo construir una cocina experimental o qué usos culinarios y medicinales se les conoce a las plantas silvestres. Este intercambio y aprendizaje colectivo continúa hasta el día de hoy, y desde hace unos meses se extiende también a través del Internet, donde tanto las personas que están presentes en la huerta como las que están lejos, pero interesadas, pueden ver el registro de las actividades y talleres realizadas, en el blog.
La huerta amenazada
En junio del 2005 el gobierno de la ciudad de Buenos Aires llamó a licitación para el proyecto “Remodelación de la plaza Giordano Bruno” con un presupuesto oficial de $ 1.010.754,69. El 31 de enero de 2006 la obra se preadjudica a Giro Construcciones, SA, aumentando el monto a $ 1.460.159,92. Se fija un plazo de 90 días corridos para ejecución de la obra. Y ahí queda hasta enero del 2007, cuando comienzan.
El 29 de enero, las y los integrantes de la huerta decidieron, frente a la inminente reestructuración de la Plaza Giordano Bruno, enviar un escrito a las distintas oficinas del gobierno de la ciudad que figuraban como responsables de la estructuración en el cartel de la obra. En este escrito además de presentarse ante dichas oficinas, expusieron su inquietud sobre el planeamiento del gobierno de la ciudad sobre el terreno de la huerta y pidieron entrevistas con cada uno de los funcionarios correspondientes. Con este escrito, integrantes de la huerta comenzaron a recorrer un largo camino de burocracia, que les condujo por oficinas del CGP, del Ministerio de Espacios Públicos y de la Dirección General de Enlace Comunitario e Institucional .
En febrero, la huerta cumplió cinco años de vida. Los festejó el 24 de febrero en otro espacio recuperado: La Kasa de las Estrellas, en La Boca. A los pocos días, los constructores a cargo del proyecto de remodelación de la Plaza Giordano Bruno pretendieron borrarla. El 28 de febrero los obreros de la plaza pusieron postes para delimitar un supuesto canil en el medio de la huerta. El colectivo de la Huerta Orgázmika, ya alerta, se preparó para resistir.
El 29 de febrero fueron a la Dirección General de Espacios Verdes con el fin de ponerle al tanto de la situación.
El 8 de marzo, en respuesta a su pedido de enero, se les notifica mediante dos escritos (fechados el 22 de febrero), que provienen del Ministerio de Espacios Públicos y de Dirección General de Espacios Verdes; que los terrenos de la huerta no pertenecen a Espacios Verdes (quien pretende utilizarlos) sino que pertenecen a la ONABE.
El 12 de marzo, integrantes de la huerta volvieron a solicitar entrevistas ya que si ese terreno no pertenecía a Espacios Verdes, las obras eran ilegales. Finalmente, fueron informados que el terreno había sido cedido por la ONABE, pero que ninguna de las partes parecía tener el papel definitivo donde figuraría Espacios Verdes como el “dueño” actual. Este laberinto kafkiano oscilaba entre lo cómico y lo desesperante. Pero para ese momento, el colectivo de la Huerta Orgázmika ya estaba en plan de lucha.
La resistencia
El 6 de marzo empezó el acampe. En un paisaje en el que se destacaban las nuevas rejas de la Plaza Giordano Bruno y los escombros tapiados de la vieja casa del Centro Cultural La Sala, recientemente demolida, brotaron carpas entre las hortalizas. El colectivo Huerta Orgázmika, personas y colectivos afines se dispusieron a poner el cuerpo para evitar la pérdida del lugar.
Vía legal, vía política, acción directa: todas las vías se recorrieron y recorren en simultáneo. A la presencia física se le sumaron las continuadas formalidades de los caminos de la burocracia, las reuniones con las abogadas afines y con grupos afines. Junto con el colectivo que lleva adelante el Centro Cultural La Sala (ahora a unas cuadras de la huerta), se conformó una asociación civil y presentó un proyecto para asegurar la continuidad de la Huerta Orgázmika.
El lunes 26 de marzo hubo una marcha por la Huerta Orgázmika a la Dirección General de Espacios Verdes, que derivó en una serie de entrevistas con personal de Enlace Comunitario. En la primera de éstas, las y los integrantes de la huerta pidieron ver un plano que señalara qué iba a suceder con el espacio. Los funcionarios dijeron que no disponían de uno pero que lo pedirían.
A la tercera reunión, los funcionarios dijeron que aún no tenían un plano, pero las y los integrantes de la huerta lo habían obtenido a través de la constructora (con cuyos arquitectos y capataces, también se sostenían charlas). Este plano incluye claramente el terreno donde se encuentra la huerta , ya dentro de la “nueva” plaza. Donde ahora están los canteros que se le arrebataron a los escombros con años de aportes de materia orgánica, la ciudad planea un camino de cemento. Los funcionarios presentes en la reunión afirmaron que ese plano, firmando, sellado y aprobado por la Dirección General de Espacios Verdes, no era definitivo, y que no se haría nada en la huerta mientras duraran las negociaciones.
Se discutió cómo sería una huerta aceptable según el gobierno y según el colectivo de la huerta. Allí se perfilaron claramente las visiones diametralmente opuestas de “espacio verde” que tienen los arquitectos del gobierno y el colectivo de la huerta. Los primeros podían contemplar una huerta que sería más bien unos canteros permanentes como los de flores y arbustos, pero que en lugar de esto tengan alguna hortaliza. Su huerta estaría enrejada, pavimentada, y sujeta a los horarios de la plaza. Sería una huerta de consumo visual, por la que transitarían cantidades de personas de paso… más plaza que huerta. El colectivo defendía su práctica ya existente: un lugar separado pero abierto a las personas que quieran participar, con puertas y horarios independientes, canteros movibles y construcciones ecológicas. Un lugar autónomo, de aprendizaje…más huerta que plaza.
Se sostuvo un reunión más, el 17 de abril, en la que el colectivo de la Huerta Orgázmika entregó a Enlace Comunitario un proyecto proponiendo que el uso y cuidado del lugar que viene usando y cuidando hace más de cinco años quede en sus manos. Al día de la fecha, este proyecto sigue sin tener respuesta.
Mientras tanto, se siguió (y se sigue) sembrando, construyendo, haciendo talleres, encuentros de música, ciclos de cine, realizando el comida no bombas (comida vegetariana gratuita preparada en la huerta con cosecha propia y compartida en la calle), y apoyando y recibiendo el apoyo de grupos afines.
El 13 de julio hubo una segunda marcha por la permanencia de la huerta, esta vez a Jefatura de Gobierno. Se volvió a presentar el proyecto de la huerta que se había presentado en abril a Enlace Comunitario - sin suerte - y a principio de julio a Espacios Verdes - también sin suerte.
A diferencia de la falta total de respuesta de los organismos oficiales, la constructora sí parece modificar sus planes ante la acción directa. Se logró evitar que la huerta fuera enrejada. La empresa continuó colocando postes entre la huerta y el paso a nivel de la calle Rojas, pero el viernes 13 de julio los retiró. Sin embargo este hecho no asegura la continuidad de la huerta ni que la obra no siga durante la gestión de Telerman. Lo que busca el colectivo de la huerta es asegurar la permanencia de ésta más allá de cualquier gobierno de turno.
Para los y las integrantes de la Huerta Orgázmika, lo que se disputa con el gobierno de la ciudad es mucho más que unos 500 metros cuadrados de tierra: es la posibilidad de crear prácticas diferentes a las que nos inculca la sociedad pasiva, dónde sólo tenemos función como consumidores de productos terminados. El colectivo ve este pequeño lugar como un lugar donde encontrar, en la práctica, otra manera para combatir el dominio sobre nuestras vidas. Para el gobierno, estos mismos 500 metros cuadrados de tierra significan otra cosa: la posibilidad de gastar unos miles de pesos más de fondos públicos. Por esto, pretende eliminar la autonomía del espacio, y reemplazar el funcionamiento actual, autoorganizado, por los canales de la burocracia.
El espacio de la huerta, en la forma en que se utiliza actualmente, no genera ningún gasto para el gobierno de la ciudad. Esto, para los funcionarios y constructores, es una “oportunidad”.
El terreno de la Huerta Orgázmika de Caballito era un lugar abandonado, utilizado como basural, un lugar contaminado. En estos cinco años se llenó de vida. La lucha es constante, del día a día. Cada planta, cada hoja, cada flor es fruto de una resistencia contra este sistema que todo capitaliza, que todo deforma, que todo destruye. Ahí se aprende a hacer una labor libre, labor que permitió que este lugar se llene de plantas, de aves, de humanos, rompió con el paisaje de la cotidianeidad tóxica. Convirtió el lugar en una zona liberada para experimentar y conocer no sólo la tierra, sino también nuevas maneras de relacionarse entre todas y todos y con la naturaleza.
Según una integrante del colectivo de la Huerta Orgázmika, “La huerta no es sólo un antojo de unas alocadas. Es la demostración de que es posible revivir muchos espacios de la ciudad que hoy están muertos. Es también el deseo y la convicción de reducir nuestra participación en el mercado, cosechar nuestros propios alimentos y conocer lo que comemos.”
¡No al desalojo de la huerta!
Mail de la Huerta: huertaorgazmika@gmail.com
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