martes, 24 de junio de 2008

La tragedia social y ecológica de la producción de biocombustibles en las Américas








La tragedia social y ecológica de la producción de biocombustibles en las Américas


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Miguel A. Altieri, Elizabeth Bravo





En este trabajo exploramos las falsas afirmaciones y las implicaciones
ecológicas, sociales y económicas de la producción de biocombustibles
agrícolas


Sostenemos
que al contrario de las falsas afirmaciones que sostienen las
corporaciones que promueven los “combustibles verdes”, el cultivo
masivo de maíz, caña de azúcar, soja, palma y otros cultivos impulsados
por la industria agroenergética no reducirán las emisiones de gases de
efecto invernadero, pero si desplazará a miles de agricultores,
disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y acelerará la
deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur Global.


Las
naciones pertenecientes al OECD –la Organización para la Cooperación y
el Desarrollo Económico, quienes consumen el 56% de la energía del
planeta, tienen una necesidad imperiosa de un combustible líquido que
reemplace al petróleo. Se espera que las tasas mundiales de extracción
de petróleo aumenten este año, y el suministro global disminuirá
significativamente en los próximos cinco años[1] . Existe también una
gran necesidad de encontrar un sustituto para el combustible fósil, que
es uno de los principales causantes del cambio climático global a
través de la emisión de CO2 y otros gases del efecto invernadero.


Los
biocombustibles han sido promovidos como una prometedora alternativa al
petróleo. La industria, los gobiernos y científicos impulsores de los
biocombustibles afirman que servirán como una alternativa al petróleo
que se acaba, mitigando el cambio climático por medio de la reducción
de las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentando los
ingresos de los agricultores, y promoviendo el desarrollo rural. Sin
embargo, rigurosas investigaciones y análisis realizados por respetados
ecologistas y cientistas sociales sugieren que el boom de la industria
de biocombustibles a gran escala será desastrosa para los agricultores,
el medio ambiente, la preservación de la biodiversidad y para los
consumidores, particularmente, los pobres.


En este trabajo
exploramos las implicaciones ecológicas, sociales y económicas de la
producción de biocombustibles. Sostenemos que al contrario de las
falsas afirmaciones que sostienen las corporaciones que promueven los
“combustibles verdes”, el cultivo masivo de maíz, caña de azúcar, soja,
palma y otros cultivos impulsados por la industria agroenergética
–todos, se espera, genéticamente modificados - no reducirán las
emisiones de gases de efecto invernadero, pero si desplazará a miles de
agricultores, disminuirá la seguridad alimentaria de muchos países, y
acelerará la deforestación y la destrucción del medioambiente en el Sur
Global.


Biocombustibles en Estados Unidos: alcance e impactos


Producción de Etanol


La Administración Bush
se ha comprometido a expandir significativamente los biocombustibles
para reducir su dependencia al petróleo extranjero. (EEUU importa el
61% del crudo que consume, a un costo de $75 billones por año.) A pesar
de la existencia de una amplia gama de biocombustibles, el etanol
proveniente del maíz y de la soja constituye el 99% de todos los
biocombustibles utilizados en EEUU, y se espera que su producción
exceda los objetivos para el 2012 de 7.5 billones de galones por año
(Pimentel 2003). La cantidad de maíz cultivado para producir etanol en
las destilerías se triplicó en EEUU, yendo de 18 millones de toneladas
en el 2001 a 55 millones en el 2006 (Bravo 2006).


Destinando la
actual producción estadounidense de maíz y soja a los biocombustibles,
se encontrará con que reemplaza simplemente el 12% de la demanda
nacional de gasolina y el 6% de la demanda de diesel. En EEUU el área
de tierra utilizada para la agricultura constituye un total de 625.000
acres cuadrados. Bajo los cánones actuales, alcanzar la demanda de
aceite para biocombustibles requerirá 1.4 millones de millas cuadradas
de maíz para etanol u 8.8 millones de kilómetros cuadrados de soja para
biodiésel (Korten 2006). Dakota del Sur e Iowa ya han dedicado el 50%
de su maíz a la producción de etanol, lo que ha llevado a la
disminución del suministro de maíz para alimento para animales y para
el consumo humano. A pesar de que una quinta parte de la cosecha de
maíz norteamericana fue destinada a la producción de etanol en el 2006,
esta suplió solamente el 3% de la demanda de combustible de este país
(Bravo 2006).


La escala de producción necesaria para alcanzar
la proyección en masa de granos, promoverá la implementación de
monocultivo industrial de maíz y soja, con drásticas consecuencias
ambientales. La producción de maíz conduce a una erosión del suelo
mayor que la producida por cualquier otro cultivo utilizado en EEUU. En
todo el Oeste los granjeros han abandonado la rotación de cultivos para
plantar maíz y soja exclusivamente, incrementando de esta forma el
promedio de erosión del suelo, de 2.7 toneladas anuales por acre a 19.7
toneladas (Pimentel et al 1995). La falta de rotación de cultivos
también aumentó la vulnerabilidad a las pestes, por ende necesitando
una mayor incorporación de pesticidas que otros cultivos (en EEUU,
alrededor del 41% de los herbicidas y el 17% de los insecticidas son
aplicados al maíz- (Pimentel y Lehman 1993).


La
especialización en la producción de maíz puede ser peligrosa: a
principios de los 70s cuando los maíces híbridos de alto rendimientos
uniforme constituían el 70% de todos los cultivos de maíz, una
enfermedad de la hoja (leaf blight) que afectó a estos híbridos condujo
a un 15% de pérdida de rendimientos a través de esa década (Altieri
2004). Es esperable que este tipo de vulnerabilidad de los cultivos se
incremente en nuestro clima crecientemente volátil, causando un efecto
ondulatorio en toda la cadena alimentaria. Deberíamos tener en cuenta
las implicaciones de vincular nuestra economía energética a ese mismo
volátil y fluctuante sistema alimentario. Este cultivo es
particularmente dependiente de la utilización del herbicida atrazina,
un conocido disruptor endocrino. Dosis bajas de disruptores endocrinos
pueden causar problemas de desarrollo al interferir con catalizadores
hormonales en puntos nodales del desarrollo de un organismo. Hay
estudios que demuestran que la atrazina puede causar anormalidades
sexuales en las poblaciones de ranas, incluyendo hermafrodismo (Hayes
et al 2002).


El maíz requiere grandes cantidades de nitrógeno
químico como fertilizante, uno de los mayores responsables de la
contaminación del agua y el suelo de la “zona muerta” en el Golfo de
México. Las tasas medias de aplicación de nitratos en las tierras de
cultivo estadounidenses oscila entre los 120 y los 550 Kg. de N por
hectárea. El uso ineficiente de fertilizantes de nitrógeno por parte de
los cultivos conduce al escurrimiento de residuos altamente
nitrogenados, sobre todo hacia aguas de superficie y subterráneas. La
contaminación de acuíferos con nitratos se ha extendido en niveles
altamente peligrosos en muchas poblaciones rurales. En EEUU se ha
estimado que más del 25% de las fuentes de agua potable contiene
niveles de nitratos por sobre el standard de seguridad de 45 partículas
por millón (Conway y Pretty 1991). Los altos niveles de nitratos son
peligrosos para la salud humana, y hay estudios que han vinculado la
incorporación de nitratos a la metahemoglobinemia[2] en niños, y cáncer
gástrico, de vejiga y de esófago en adultos.


La expansión del
maíz en áreas secas, como Kansas, requiere de irrigación, aumentando la
presión sobre las ya agotadas fuentes subterráneas como el acuífero
Ongalla en el Suroeste norteamericano. En partes de Arizona, el agua
subterránea ya está siendo extraída a un ritmo diez veces mayor que el
de recuperación natural de esos acuíferos naturales (Pimentel et al
1997).


Soja para biodiésel


Actualmente en EEUU,
la soja es el principal cultivo energético para la producción de
biodiésel. Entre 12004 y 2005 el consumo de biodiésel aumentó un 50%.
Alrededor de 67 nuevas refinerías se encuentran en construcción con
inversiones de los gigantes del agronegocio como ADM y Cargill. Cerca
de un 1,5% de la cosecha de soja produce 68 millones de galones de
biodiésel, un equivalente a menos del 1% del consumo de gasolina. Por
lo tanto, si la totalidad de la cosecha de soja fuera destinada ala
producción de biodiésel, sólo alcanzaría a cubrir un 6% de la demanda
nacional de diesel (Pimentel y Patzek 2005).


La mayor parte de
la soja estadounidense es transgénica, producida por Monsanto para
resistir su herbicida Roundup, hecho con el químico Glifosato (en 2006
se cultivaron 30.3 millones de hectáreas de soja Roundup-Ready, más del
70% de la producción doméstica). La dependencia de la soja resistente
al herbicida conduce a un aumento en los problemas de malezas
resistentes y pérdida de vegetación nativa. Dada la presión de la
industria para incrementar el uso de herbicidas, una creciente cantidad
de tierras serán tratadas con Roundup. La resistencia al glifosato ha
sido documentada en poblaciones anuales de roya, quackgrass, trébol de
serradella y Cirsium arvense.


En Iowa, poblaciones de la
maleza Amaranthus rudis mostraron señales de germinación tardía que les
permite adaptarse mejor a las fumigaciones tempranas, la maleza
velvetleaf demostró tolerancia al glifosato, y la presencia de un tipo
de horseweed resistente al Roundup se ha documentado en Delaware.
Incluso en áreas donde no se ha observado resistencia en las malezas,
los científicos notaron un aumento en la presencia de especies de
malezas más fuertes, como Eastern Black Nightshade en Illinois y Water
Hemp (Certeira y Duke 2006, Altieri 2004).


Actualmente no hay
datos sobre residuos de Roundup en soja y maíz, en tanto los granos no
están incluidos en las regulaciones de mercado convencionales para
residuos de pesticidas. Sin embargo se sabe que en tanto el Glifosato
es un herbicida sistémicamente persistente (aplicado en alrededor de 12
millones de acres de cultivos en EEUU) está presente en las partes
cosechadas de las plantas, y no es completamente metabolizable, por lo
tanto se cumula en zonas meristémicas como las raíces y nódulos (Duke
et al 2003).


Lo que es más, información sobre los efectos de
este herbicida sobre la calidad del suelo es incompleta, sin embargo
las investigaciones han demostrado que es probable que la aplicación de
glifosato esté vinculada a los siguientes efectos (Motavalli et al
2004):


· Una reducción de la habilidad de la soja y el trébol para fijar nitrógeno, afectando indirectamente la simbiosis.

· La presentación de sojas y trigos más vulnerables a las enfermedades,
como se evidenció el año pasado con el crecimiento de Head Blight en el
trigo Fusarium en Canadá.

· La disminución de microorganismos presentes en el suelo, que cumplen
funciones regenerativas necesarias que incluyen la descomposición de
materia orgánica, la liberación y conclusión del ciclo de nutrientes y
la supresión de organizamos patógenos.

· Los cambios potenciales incluyen la alteración de la actividad
microbial en el suelo debido a diferencias en la composición de las
exudaciones de las raíces, alteraciones de las poblaciones microbianas,
y toxicidad los pasajes metabólicos que pueden evitar el crecimiento
normal de bacterias y hongos.

· El glifosato también ha tenido efectos negativos en poblaciones de
anfibios, especialmente en aquellos como el altamente susceptible
renacuajo norteamericano (Relyea 2005).


Implicaciones e impactos para América Latina


Soja


Estados Unidos no será capaz de producir
domésticamente biomasa suficiente para satisfacer su apetito de
energía. En cambio, cultivos energéticos serán sembrados en el Sur
Global. Grandes plantaciones de caña de azúcar, palma africana y soja
ya están suplantando bosques y pastizales en Brasil, Argentina,
Colombia, Ecuador y Paraguay. El cultivo de soja ha causado ya la
deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14
millones de hectáreas en Argentina, 2 millones en Paraguay y 600.000 en
Bolivia. En respuesta a la presión del mercado global, próximamente se
espera, sólo en Brasil, la deforestación adicional de 60 millones de
hectáreas de territorio (Bravo 2006).


Desde 1995, el total de
tierras destinadas a la producción de soja en Brasil de incrementó en
un 3.2% anual (320.000 hectáreas por año). Hoy la soja -junto a la caña
de azúcar- ocupa un territorio mayor que cualquier otro cultivo en
Brasil con un 21% del total del área cultivada. El territorio total
utilizado en el cultivo de soja se ha multiplicado 57 veces desde 1961,
y el volumen de producción se ha multiplicado 138 veces. 55% de la
soja, o 11.4 millones de hectáreas, es genéticamente modificada. En
Paraguay, la soja ocupa más del 25% de toda la tierra de agricultura.
La deforestación extensiva ha acompañado esta expansión: por ejemplo,
buena parte del bosque atlántico de Paraguay ha sido deforestado, en
parte para el cultivo de soja que abarca el 29% del uso de tierras para
agricultura del país (Altieri y Pengue 2006).


En particular,
grandes índices de erosión acompañan la producción de soja,
especialmente en áreas donde no se implementan ciclos largos de
rotación de cultivos. La pérdida de cobertura de suelo promedia las 16
toneladas por hectárea de soja en el oeste medio norteamericano. Se ha
estimado que en Brasil y en Argentina los promedios de pérdida de suelo
se encuentran entre las 19 – 30 toneladas por hectárea, dependiendo de
las prácticas de manejo, el clima y la pendiente. Las variedades de
soja resistente al herbicida han incrementado la viabilidad de la
producción de soja para los agricultores, muchos de los cuales han
comenzado su cultivo en tierras frágiles propensas a la erosión (Jason
2004).


En Argentina el cultivo intensivo de soja ha llevado a
un masivo agotamiento de los nutrientes del suelo. Se ha estimado que
la producción continuada de soja ha resultado en la pérdida de un
millón de toneladas métricas de nitrógeno y 227.000 toneladas métricas
de fósforo a nivel nacional. Se estima que el costo de recomposición de
nutrientes con fertilizantes es de 910 millones de dólares. La
concentración de nitrógeno y fósforo en las cuencas de los ríos de
América Latina está ciertamente vinculada al aumento en la producción
de soja (Pengue2005).


El monocultivo de soja en la Cuenca del
Amazonas ha tornado infértil parte de los suelos. Los suelos pobres
necesitan de una mayor aplicación de fertilizantes industriales para
obtener niveles competitivos de productividad. En Bolivia, la
producción de soja se expande hacia el Este, áreas que ya sufren de
suelos compactos y degradados. 100.000 hectáreas de tierras agotadas,
antiguamente productoras de soja, han sido abandonadas para pastoreo,
lo que lleva a una mayor degradación (Fearnside 2001). Los
biocombustibles están iniciando un nuevo ciclo de expansión y
devastación de las regiones del Cerrado y la Amazonía. En tanto los
países de América Latina incrementen sus inversiones en cultivo de soja
para biocombustibles, podemos esperar que las implicaciones ecológicas
se intensifiquen.


Caña de azúcar y etanol en Brasil


Brasil
ha producido caña de azúcar para combustible etanol desde 1975. En 2005
había 313 plantas procesadoras de etanol con una capacidad de
producción de 16 millones de metros cúbicos. Brasil es el mayor
productor de caña de azúcar del mundo, y produce el 60% del total
mundial de etanol de azúcar con cultivos de caña de 3 millones
hectáreas (Jason 2004). En 2005, la producción alcanzó un récord de
16.5 billones de litros, de los cuales 2 millones fueron destinados
para exportación. El monocultivo de caña de azúcar por si solo suma el
13% de la aplicación de herbicida a nivel nacional. Estudios realizados
por EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) en 2002
confirmaron la presencia de contaminación vinculada al uso de
pesticidas en el Acuífero Guaraní, atribuible principalmente al cultivo
de caña en el Estado de San Pablo.


Estados Unidos es el mayor
importador de etanol brasileño, importando el 58% del total de su
producción nacional en 2006. Esta relación comercial fue reforzada por
el reciente acuerdo sobre etanol de la administración Bush con Brasil.
Lejos de ser buenas noticias para Brasil, si la propuesta de la
administración Bush sobre el estándar de combustible renovable para el
etanol fuera a ser alcanzado con la caña brasileña, Brasil debería
incrementar su producción con un adicional de 135 billones de litros
por año. El área cultivada se está expandiendo rápidamente en la región
del Cerrado, cuya vegetación se espera habrá desaparecido para el 2030.
60% de las tierras de cultivo de caña son controladas por 340
destilerías (Bravo 2004).


Considerando el nuevo contexto
energético global, los políticos brasileños y oficiales de la industria
están formulando una nueva visión para el futuro económico del país,
centrada en la producción de recursos energéticos para desplazar en un
10% el uso mundial de gasolina en los próximos 20 años. Esto requeriría
quintuplicar el territorio dedicado a la producción de caña, de 6 a 30
millones hectáreas. Los cultivos nuevos conducirán a la apertura de
tierras en nuevas áreas, que probablemente serán objeto de la
deforestación en niveles comparables a los de la región de Pernambuco,
donde sólo resta un 2.5% de los bosques originales (Fearnside 2001).


Eficiencia energética e implicaciones económicas


La
producción de etanol es sumamente intensiva energéticamente. Para
producir 10.6 billones de litros de etanol, EEUU utiliza alrededor de
3.3 millones de hectáreas de tierras, que a su vez tienen un
requerimiento masivo de energía para fertilizar, desmalezar y cosechar
el maíz (Pimentel 2003). Estos 10.6 billones de litros de etanol sólo
proveen el 2% de la gasolina utilizada por los automóviles en EEUU
anualmente.


A instancia de los estudios Shapouri et al (2004)”
de la USDA que reportaron un retorno neto positivo en la producción de
etanol, Pimentel y Patzek (2005), utilizando datos de todos los 50
estados y tomando en cuenta todos los “inputs” de energía (incluyendo
la manufactura y reparación de maquinaria agrícola y equipamiento para
fermentación y destilación) concluyeron que la producción de etanol no
provee un beneficio energético neto. Por el contrario, revelaron que
requiere más energía fósil producirla que la que produce. En sus
cálculos, la producción de etanol de maíz requiere 1.29 galones de
combustibles fósiles por galón de etanol producido, y la producción de
biodiésel de soja requiere 1.27 galones de energía fósil por galón de
diesel producido. En suma, debido a la relativa baja densidad
energética del etanol. Aproximadamente 3 galones etanol son necesarios
para reemplazar 2 galones de gasolina.


La producción de etanol
norteamericana se ha beneficiado anualmente de $3 billones de dólares
en subsidios federales y estatales ($0.54 por galón), que en general se
acrecienta para los gigantes del agronegocio. En 1978 EEUU introdujo un
impuesto al etanol, pero hizo una excepción de 54 centavos por galón
para aquellos utilizados en alconafta (nafta con un 10% de etanol).
Esto resultó en un subsidio de $10 billones de dólares a Archer Daniels
Midland, desde 1980 a 1997 (Bravo 2006). En 2003 más del 50% de las
refinerías de etanol en EUA pertenecían a agricultores. En 2006, el 80%
de las nuevas refinerías pertenecían a sociedades anónimas, con $556
millones en ganancias proyectadas, beneficiando a los productores más
grandes. Para el 2007, se espera que la cifra alcance los $1.3 billones
de dólares.


Seguridad alimentaria y el destino de los agricultores


Los
impulsores de la biotecnología postulan la expansión del cultivo de
soja como una medida de la adopción exitosa de tecnología transgénica
por parte de los agricultores. Pero este dato esconde el hecho de que
la expansión de la soja conduce a una extrema concentración de tierras
e ingresos. En Brasil, el cultivo de soja desplaza once trabajadores de
la agricultura por cada nuevo trabajador que emplea. Este no es un
fenómeno nuevo. En los 70s, 2.5 millones de personas fueron desplazadas
por la producción de soja en Paraná, y 300.000 fueron desplazadas en
Río Grande do Sul. Muchos de estos ahora sintierras fueron a la
Amazonía, donde desmontaron bosques primitivos. En la región del
Cerrado, donde la producción de soja transgénica está en expansión, el
desplazamiento de personas has sido relativamente modesto debido a la
baja densidad de población del área (Altieri y Pengue 2006).


En
Argentina, 60.000 establecimientos agropecuarios fueron excluidos
mientras el área cultivada con soja Roundup Ready se triplicó. En 1998,
había 422.000 granjas en Argentina mientras en 2002 sólo quedaban
318.000, reduciéndose en una cuarta parte. En una década, el área
sojera se incrementó en un 126% a expensas de la producción de lácteos,
maíz, trigo y frutas. En la campaña 2003/2004, se sembraron 13.7
millones de hectáreas de soja, pero hubo una reducción de 2.9 millones
de hectáreas de maíz y 2.15 millones de hectáreas de girasol. Para la
industria biotecnológica, el aumento en el área cultivada de soja y la
duplicación de los rendimientos por unidad son un éxito económico y
agronómico. Para el país, esto implica mayor importación de alimentos
básicos, por ende pérdida de soberanía alimentaria, aumento en el
precio de los alimentos y el hambre (Pengue 2005).


El avance de
la “frontera agrícola” para biocombustibles es un atentado contra la
soberanía alimentaria de las naciones en desarrollo, en tanto la tierra
para producción de alimentos está crecientemente siendo destinada a
alimentar los automóviles de los pueblos del Norte. La producción de
biocombustibles también afecta directamente a los consumidores con un
incremento en el costo de los alimentos. Debido al hecho de que más del
70% de los granos en EUA son utilizados como piensos, se puede esperar
que al doblar o triplicar la producción de etanol suban los precios del
maíz, y como consecuencia, el precio de la carne. La demanda de
biocombustible en EEUU ha estado vinculada a un incremento masivo en el
precio del maíz que condujo a un reciente aumento del 400% en el precio
de la tortilla en México.


Cambio Climático


Uno
de los principales argumentos de quienes abogan por los biocombustibles
es que estas nuevas formas de energía ayudarán a mitigar el cambio
climático. Promoviendo el monocultivo mecanizado que requiere de
agroquímicos y maquinarias, lo más probable es un aumento en las
emisiones de CO2 como resultado final. Mientras los bosques captores de
carbono son eliminados para abrirle el camino a los cultivos destinados
a los biocombustibles, las emisiones de CO2 aumentaran en vez de
disminuir. (Bravo 2006, Donald 2004).


Mientras los países del
Sur entran en la producción de biocombustible, el plan es exportar gran
parte de su producción. El transporte a otros países aumentará en gran
medida el uso de combustible y las emisiones de gases. Lo que es más,
convertir biomasa vegetal en combustible liquido en la refinerías
produce inmensas cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero
(Pimentel y Patzek 2005).


El cambio climático global no será
remediado por el uso de biocombustibles industriales. Será necesario
hacer un giro fundamental en los patrones de consumo del Norte Global.
El único modo de detener el calentamiento global es una transición del
modelo de agricultura industrial a gran escala hacia uno de agricultura
orgánica y a pequeña escala, y disminuyendo el consumo mundial de
combustible por medio de la conservación.


Conclusiones


La
crisis energética –por el sobre-consumo y el cenit del petrolero- ha
proporcionado la oportunidad para tejer poderosas alianzas globales
entre las industrias del petróleo, los granos, la ingeniería genética y
la automotriz. Estas nuevas alianzas entre alimentos y combustibles
están decidiendo el futuro del paisaje agrícola mundial. El boom de los
biocombustible consolidará su control sobre nuestros sistemas
alimentarios y energéticos, y les permitirá determinar qué, cómo y
cuánto se producirá, resultando en más pobreza rural, destrucción
ambiental y hambre. Los grandes beneficiarios de la revolución de los
biocombustibles serán los grandes del mercado de los granos, incluyendo
a Cargill, ADM y Bunge; compañías de petróleo como BP, Shell, Chevron,
Neste Oil, Repsol y Total; compañías automotrices como General Motors,
Volkswagen AG, FMC-Ford France, PSA Peugeot-Citröen y Renault; y
gigantes de la biotecnología como Monsanto, DuPont, y Syngenta.


La
industria de la biotecnología esta utilizando la actual fiebre del
biocombustible para lavar su imagen desarrollando y diseminando
semillas transgénicas para la producción energía, no de alimentos. Ante
la creciente desconfianza y el rechazo publico que se viene
manifestando por los cultivos y alimentos transgénicos, la
biotecnología será usada por las corporaciones para maquillar su
imagen, argumentando que desarrollarán nuevas semillas genéticamente
modificadas para la producción optimizada de biomasa o que contienen la
enzima alfa-amilasa que permitirá dar comienzo al proceso de etanol
mientras el maíz continua en el campo- una tecnología que, argumentan,
no tendría impactos negativos en la salud humana. La diseminación de
este tipo de semillas en el ambiente agregará otra amenaza ambiental a
aquellas relacionadas al maíz GM que en el 2006 los 32.2 millones de
hectáreas: la introducción de nuevos eventos en la cadena alimentaria
humana como ha ocurrido con el maíz Starlink y el arroz LL601.


En
tanto los gobiernos son seducidos por las promesas del mercado global
de biocombustibles, dieron surgimiento a planes nacionales de
biocombustibles que limitarán sus sistemas agrícolas a la producción de
gran escala, monocultivos energéticos, dependientes de la utilización
intensiva de herbicidas y fertilizantes químicos, así desviando
millones de valiosas hectáreas de cultivo que de otra forma podrían ser
destinadas a la producción de alimentos. Es enormemente necesario un
análisis social que anticipe las implicancias del desarrollo de
programas de biocombustibles sobre la seguridad alimentaria y el
medioambiente en países pequeños como el Ecuador. Este país planea
expandir 50,000 hectáreas la producción de caña de azúcar, y habilitar
100,000 hectáreas de bosque natural para plantaciones de aceite de
palma. Las plantaciones de aceite de palma ya están causando desastres
ambientales en la región Colombiana del Choco (Bravo 2006).


Claramente,
los ecosistemas de las áreas en donde se está produciendo agricultura
para biocombustibles se están degradando rápidamente. La producción de
biocombustibles no es ambiental ni socialmente sustentable ahora ni en
el futuro.


Es también preocupante que las universidades
públicas y los sistemas de investigación (por ejemplo el acuerdo
recientemente firmado por BP y la Universidad de California-Berkeley)
son presas fáciles de la seducción de los grandes capitales y la
influencia del poder político y corporativo. Además de las implicancias
de la intromisión de los capitales privados en la definición de las
agendas de investigación y la composición de la academia –que desgasta
la misión pública de las universidades en beneficio de los intereses
privados- es un atentado a la libertad académica y el gobierno de las
facultades. Estas sociedades impiden que las universidades se
involucren en una investigación imparcial, e imposibilitan que el
capital intelectual pueda explorar verdaderas alternativas sustentables
a la crisis energética y el cambio climático.


No hay duda en
que la conglomeración del petróleo y el capital de la biotecnología
decidirá cada vez más sobre el destino de los paisajes rurales de las
Américas. Sólo alianzas estratégicas y la acción coordinada de los
movimientos sociales (organizaciones campesinas, movimientos
ambientalistas y de trabajadores rurales, ONGs, asociaciones de
consumidores, miembros comprometidos del sector académico, etc.) pueden
ejercer una presión sobre los gobiernos y empresas multinacionales para
asegurar que estas tendencias sean detenidas. Y más importante aun,
necesitamos trabajar en conjunto para asegurarnos que todos los países
adquieran el derecho a conseguir su soberanía alimentaria por vía de
sistemas de alimentación basados en la agroecología y desarrollados
localmente, de la reforma agraria, el acceso a agua, semillas y otros
recursos, y políticas agrarias y alimentarias domesticas que respondan
a las necesidades de los campesinos y los consumidores, en especial de
los pobres.


Miguel A. Altieri es profesor de Agroecología. Universidad de California, Berkeley.

Elizabeth Bravo de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos. Quito, Ecuador




Referencias


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Altieri,
M.A. (2004), Genetic engineering in agriculture: the myths,
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Bravo,
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encendiendo el debate sobre biocommustibles. Accion Ecologica, Quito,
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Certeira, A.L. and S.O. Duke 2006 The current status
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Pimentel, D and H. Lehman 1993 The pesticide question. Chapman and Hall, New York


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Pimentel. D. et al 1995 Environmental and economic costs of soil erosion and conservation benefits. Science 276: 1117-1123


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D and T.W. Patzek 2005 Ethanol production using corn, switchgrass, and
wood; biodiesel production using soybean and sunflower. Natural
Resources Research 14: 65-76


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Insecticides and Herbicides on the Biodiversity and Productivity of
Aquatic Communities, Ecological Applications 15 : 618-627


Shapouri, H. et al 2004 The 2001 net energy balance of corn ethanol. USDA, Washington DC.


Notas:


[1] Ver Colin Campbell


[2]
Debido a una deficiencia de la enzima diaforasa, la sangre de las
víctimas de met-Hb reduce su capacidad de trasportar oxígeno. En lugar
de ser color roja, la sangre arterial de las víctimas de la met-Hb
victims es marrón. Esto resulta en que la piel de los enfermos
caucásicos se torne azulada (por eso la referencia a los “hombres
azules”). Los niños de menos de 6 meses son particularmente
susceptibles a la methemoglobinemia causada por nitratos ingeridos en
el agua, deshidratación causada usualmente por gastroenteritis con
diarreas, sepsis y anestésicos tópicos que contengan benzocaína. (Ver)


Boletín N° 235 de la Red por una América Latina Libre de Transgénicos

La Haine








2 comentarios:

MALUT dijo...

El puestero Salustiano Suarez sigue recibiendo amenazas. como el año pasado cuando el gobierno intentò apropiarse de sus tierras para hacer una reserva, ahora volviò a recibir intimidaciones.

Por otra parte, la Legislatura de Neuquen podrìa fallar a favor del control obrero de la empresa Zanòn, lo que serìa un valioso antecedente para que otros trabajadores de empresas recuperadas puedan defender sus fuentes de trabajo.

Para obtener mas informaciòn sobre estos temas y adherir a las luchas, ver el blog de MALUT: www.enlaluchaporlatierra.blogspot.com.

Esperamos contar con su visita.

Gladys dijo...

SOMOS GENTE COMÚN, COMO VOS,
QUE TOMAMOS LA INICIATIVA...

EL DOMINGO 6 DE JULIO

NO COMPRAMOS CLARÍN!

ni entramos a su Web.

Por UN DÍA decidimos informarnos por otros medios.

La finalidad de esta protesta es mostrarle al grupo Clarín que queremos información objetiva y
no que quiera modelar nuestro modo de pensar.
Consideramos que la omnipotencia mediática que impone el grupo Clarín:
no es sana para la pluralidad democrática.

SUMATE!!!
y Difundilo!.