El
desarrollo de los agrocombustibles actualmente ocupa un lugar central
en el escenario global. Simplemente durante este año, la cantidad de
declaraciones, dólares, y planes de desarrollo invertidos hacia los
agrocombustibles, ha sido incomparable en cualquier otro sector. Una
idea que se apagó por décadas ha llegado a ser, de repente, el encanto
de políticos, grandes negocios, los financieros internacionales y
medios de comunicación.
Este hecho, por sí solo,
debería preocuparnos. ¿Desde cuándo una respuesta ecológica al uso de
hidrocarburos se ha ganado la aceptación de gobiernos y corporaciones
por igual?
Los agrocombustibles han sido recomendados como la
solución a los problemas más apremiantes que enfrentan la sociedad
estadounidense y el planeta. Sus promotores alegan que reducen las
emisiones de gas invernadero, evitan el fin del ciclo de crecimiento
industrial basado en hidrocarburos, son sustentables y renovables, que
aumentan la seguridad en energía, y que ayudan a los granjeros.
Pero
una mirada más de cerca revela que en muchos sentidos, este futuro
mejor previsto por los promotores de agrocombustibles, se parece más
bien a lo peor del pasado.
Los
científicos y ecologistas todavía sostienen intensos debates con
respecto a los pros y contras de los agrocombustibles. Los estudios se
contradicen a sí mismos en cuanto a si es que la generación de energía
neta es positiva o negativa, o si las emisiones de gas de invernadero y
la contaminación se incrementan o disminuyen, y cómo los costos y la
eficiencia de energía se pueden solucionar. Sin embargo, el consenso
político ha sido veloz y poderoso. En pocos años, la alianza de las
fuerzas más poderosas, tanto económicas como políticas, ha surgido para
promover al "biodiesel".
¿Quién está detrás del auge del "biodiesel" y por qué?
En
su discurso sobre el Estado de la Nación, el Presidente George W. Bush
reveló la meta de sustituir el 20% de la gasolina con agrocombustibles
dentro de diez años. La Unión Europea se ha impuesto un objetivo
similar. En su junta más reciente, los G-8 aprobaron con entusiasmo
esfuerzos considerables para desarrollar el uso del agrocombustible y
las instituciones financieras internacionales han creado carteras de
préstamos multimillonarios para ese fin. La Comisión de Etanol Interamericana
es presidida por Jeb Bush, el anterior Ministro de Agricultura de
Brasil, el líder de agronegocios Roberto Rodrígues, y Luis Moreno,
presidente del Banco de Desarrollo Interamericano.
El sector
corporativo es de igual forma, si no es que más, entusiasta. Cuatro
sectores altamente globalizados se unen en el desarrollo de la
investigación, inversión y producción del agrocombustible: las
industrias del agronegocio, el petróleo, la automotriz, y de la biotecnología.
Desde
principios de la producción del agrocombustible, las compañías que
hacían agronegocios, incluyendo a ADM, Cargill, Bunge y Dreyfus se han
sumado a dicho movimiento también. Con subsidios del gobierno
circulando libremente y con utilidades enormes generadas alrededor del
planeta, los agrocombustibles son más atractivos ahora que nunca. En el
2005 representaron un mercado de US$15.7 mil millones de dólares
estadounidenses, con un 15% de crecimiento en comparación al año
anterior. ADM, una de las principales refinerías, produjo mil millones
de galones de etanol en el 2006, y planea incrementar su capacidad por 550 millones de galones
en los próximos dos años. Cargill posee un creciente número de
refinerías de etanol y contrata o es dueño de plantaciones de cañas de
azúcar en Brasil.
Las empresas petroleras consideran que los
agrocombustibles pueden prolongar su vida y diversificar sus negocios.
Los agrocombustibles no necesariamente requieren cambios en los
patrones de consumo o en la reestructuración de la economía basada en
los combustibles fósiles. Al incorporar un 5-10% componente de etanol o
biodiesel en la gasolina común, el uso de los combustibles fósiles
pueden ser alargados por varias generaciones.
De igual manera,
la industria automotriz puede mantener o incluso aumentar las ventas ya
que la gente está obligada a adquirir nuevos vehículos adaptados al uso
de etanol. Todo esto se puede hacer mientras se entierran los
argumentos de aquellos quienes exigen el máximo tabú en un sistema
capitalista-una reducción al consumo.
La última de las cuatro,
la industria de la biotecnología, pudiera parecer menos beneficiaria,
pero tiene posibilidades de obtener tremendas ganancias al mismo tiempo
que enfrenta una creciente oposición. El alcanzar las metas de
producción del agrocombustible requiere convertir cultivos para el uso
del combustible, incrementando cosechas y reduciendo costos. Los
cultivos genéticamente modificados (GM) ofrecen una ruta hacia las
ganancias a corto plazo en los dos últimos puntos. Las variedades GM de
maíz y caña de azúcar específicamente adaptadas para la producción de
etanol ya se encuentran usadas extensamente. De hecho, debido a que el
90% del etanol estadounidense viene del maíz y la mayor parte de los
cultivos de maíz de Estados Unidos se modifican genéticamente, el
etanol se ha ganado el apodo "Monsanto Moonshine"-por la corporación
Monsanto, siendo la principal en el maíz GM. La investigación se enfoca
en genes de plantas de ingeniería para obtener cosechas incluso más
altas y rasgos que faciliten su proceso. Lo más probable es que este
nuevo producto no sea apto para el consumo humano.
Con
promotores como estos, un hecho es absolutamente obvio: la revolución
del agrocombustible es todo menos revolucionaria. La transición del uso
del agrocombustible ejemplifica la reforma de un sistema para
perpetuarlo.
El auge
del biodiesel ha iniciado en el Hemisferio Occidental por la Comisión
de Etanol Interamericana y a través de pactos binacionales
multiplicándose-con más notoriedad el que firmaron George Bush y Lula de Silva, de Brasil el pasado mes de marzo. Los planos amenazan con tener que volver a trazar la economía agrícola y política de las Américas.
Los
cambios en el uso de la tierra bajo la estrategia del agrocombustible
transformarán paisajes y vidas, no sólo en los Estados Unidos, sino a
través del hemisferio. Incluso con cosechas de cultivo incrementadas y
la modificación genética, la producción de agrocombustible
estadounidense se quedará corto en cuanto a las metas recientemente
fijadas para el consumo del agrocombustible. El suministro exterior
ofrece una fuente barata y confiable. En las Américas, los agronegocios
Ecuatorianos planean expandir la producción de caña de azúcar en 50,000
hectáreas y talar 100,000 hectáreas de bosques naturales para la
producción de aceite de palma. En Colombia, a la producción del aceite de palma se le apoda ya como "el diesel de la deforestación".
Brasil
es el laboratorio del futuro en el departamento de etanol. El 80% de
sus automóviles pueden moverse con etanol, y el etanol consta el 40%
del combustible del auto. Brasil ya abastece el 60% del etanol de la
caña de azúcar al mundo, el cual se cultiva en tres millones de
hectáreas de tierra. Brasil produce 17 mil millones de litros por año,
y su objetivo es controlar el 50% del mercado global de etanol,
según el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil
(BNDES). Para lograr sus metas de crecimiento de etanol, Brasil planea limpiar otras 60 millones de hectáreas para la producción de la caña de azúcar.
La
primera víctima de la reorganización para la producción agrícola es la
granja pequeña. Nadie idealizaría las condiciones de los campesinos
agrícolas en Brasil o el resto de América Latina. En la mayoría de los
países, las áreas rurales concentran dos-tercios o más de familias
viviendo en la pobreza. Pero la producción del agrocombustible no
ofrece prospectos reales para mejorar su terreno. Al contrario, la
experiencia de Brasil muestra un peligro considerable de deterioro de
las condiciones de vida de uno de los grupos más vulnerables de la
sociedad.
James Thorlby, de la Comisión de Tierra Pastoral de
Brasil informa que las plantaciones para la producción del
agrocombustible desplazan a los campesinos, quienes tienen entonces dos
opciones: pueden convertirse en obreros de plantación, o mudarse a la
ciudad a vivir en los barrios más bajos. Thorlby indica que en el
estado de Pernambuco 45,000 familias ya han sido desplazadas por los
monocultivos. Otros analistas temen que los campesinos que se queden
sin sus tierras y no puedan encontrar trabajo en las plantaciones, sean
forzados a limpiar terrenos en las áreas naturales protegidas. La
concentración de tierras y destilerías en las manos de los grupos
rurales y las corporaciones trasnacionales sacan completamente a
familias de campesinos fuera de sus regiones.
La nueva alianza
entre el gobierno de EEUU y sus aliados en la región para convertir
América Latina en una fuente de agrocombustibles, no sólo beneficia a
las corporaciones trasnacionales y a los grandes negocios; sino que
ayudan también a contrarrestar la influencia creciente de Venezuela y
otros países que intentan separarse de la hegemonía de EEUU. La alianza
del etanol procura consolidar una nueva línea de poder directamente
entre Estados Unidos y Brasil, teniendo a las corporaciones
trasnacionales con intereses en ambos países como la fuerza dinámica.
Si esta alianza es consolidada, se erosionará tanto el plan Bolivariano
para integrar el continente, el cual sigue un modelo de economías
reguladas por el Estado, con el apoyo del petróleo venezolano.
Socavaría también los esfuerzos de reforzar al Mercado Común del Sur.
En
este plan, Brasil gana el capital para desarrollar tecnologías
producidas por etanol dentro de sus propias fronteras y para
exportarlos a Centroamérica y al Caribe. Además de la inversión y los
créditos, los empresarios de São Paulo pueden contar con políticas
gubernamentales que les permitirán extender negocios agrícolas en el
Amazonas y otras regiones, las cuales actualmente se encuentran
pobladas por pequeños granjeros. Estados Unidos gana mayor
independencia del petróleo que viene del Medio Oriente importando
etanol brasileño más barato. También comienza a re-trazar el mapa de la
integración energética basado en el etanol brasileño en lugar de el
petróleo venezolano y gas boliviano, así neutralizando el poder de las
naciones que considera poco dispuestas a cooperar.
Cargill, uno
de los dueños y operarios más grandes de la producción de etanol en
Brasil, está expandiendo sus operaciones en el Sur mientras que
continúa protegiendo sus intereses de maíz en el Norte a través de los
aranceles estadounidenses de importación sobre el etanol.
Mientras
que los monocultivos de la industria agropecuaria para biocombustibles
absorbe pedazos inmensos de tierra, pequeños granjeros de
alimentos-quienes han resistido mucho tiempo el control de
mercadotecnia internacional sobre la tierra y los recursos-se están
convirtiendo en especies en peligro de extinción en las áreas del boom
de los agrocombustibles.
Raúl Zibechi, analista del Programa de
las Américas, dice que los EEUU "está utilizando a Brasil para
consolidar una alianza estratégica que procure aislar a Venezuela y a
los países que sigan sus políticas de unidad latinoamericana como un
contrapeso a la hegemonía de EEUU.".
Si
se inspecciona más cerca, el "verde" en el desarrollo de los
agrocombustibles luce más como dólares que como plantas. El boom de los
agrocumbustibles proporciona una transfusión de sangre muy necesitada
para el sector financiero internacional. El entusiasmo de las
intermediarios financieros internacionales (IFIs) por unirse a la
alianza de etanol surge de la nueva crisis internacional de préstamos
en América Latina. Desde hace pocos años, las naciones del Cono Sur han
optado por pagos prontos de préstamos provenientes del Banco Mundial y
del FMI, así como por una reducción o cortes a préstamos futuros,
argumentando que el IFI condiciona sus préstamos a través de políticas
intervencionistas.
El Banco Mundial saltó rápidamente anunciando
que contaba con US$10 mil millones potencialmente disponibles para
asegurar el desarrollo de los agrocombustibles. Por su parte, el Banco
Interamericano de Desarrollo anunció una línea de crédito por US$3 mil
millones para proyectos de agrocombustibles en la región, incluyendo
plantas de etanol en Brasil, y de investigación y desarrollo
tecnológico en Colombia y en Centroamérica.
Los inversionistas
del sector privado lo ven como una bonanza. Food First, una ONG
norteamericana informa que en los últimos tres años la inversión de
capital de riesgo en agrocombustibles aumentó ocho veces.
Los
gobiernos han sido también muy activos en financiar agrocombustibles.
Estados Unidos destinó US$8.9 millones en subvenciones para la
producción de etanol y para la investigación y desarrollo tecnológico
de combustibles biológicos en 2005, mientras que el Banco Nacional de
Brasil planea invertir US$6 mil millones en agrocombustibles.
Cuando
el etanol se convierte en negocio grande, los granjeros son expulsados
aun más hacia el margen. En el año 2003, alrededor del 50% de las
refinerías de etanol en los Estados Unidos eran posesión de granjeros.
Hoy, un 80% pertenece a dueños ausentes, y la nueva construcción
reducirá aún más las acciones de los granjeros. Las demandas del
inversionista dictarán una preferencia para la construcción de
refinerías de etanol de bajo costo sobre alternativas que son
ambientalmente más amistosas.
Aunque
los campesinos a través del hemisferio se han beneficiado de precios de
maíz más altos, George Naylor de la Coalición Nacional de Granjas
Familiares advierte que las ganancias a corto plazo serán pagadas a un
alto precio en el futuro no tan distante, y que-como siempre-es la
familia de los campesinos quienes pagarán. El 30 de agosto, en una
conferencia sobre agrocombustibles en la Ciudad de México, él
pronosticó que los precios más altos no se sostendrían debido a que los
granjeros cultivaban más acres y los campesinos que convirtieran sus
tierras en campos de cultivo para el agrocombustible, terminarían
perdiéndolas. En Brasil, el precio de la caña de azúcar ya inició su
tendencia a la baja.
La pregunta es si se debería oponer a la
producción del agrocombustible por completo o si debería ser encaminada
hacia opciones social y ambientalmente sustentables. El problema es el
enfoque. Dado el tremendo poder económico y político de los intereses
detrás de los agrocombustibles, la aplicación del modelo
invariablemente favorecerá a las ganancias más que al ambiente, y a los
rendimientos de la inversión, más que a los derechos humanos. En este
contexto, las probabilidades de que las comunidades locales y las
pequeñas granjas sean beneficiadas con esta ventaja se evaporan más
rápido que el alcohol. En ausencia de un consenso científico más amplio
y una legislación efectiva para proteger a los campesinos,
trabajadores, consumidores, el medio ambiente y a la cadena
alimenticia, no se puede justificar a los planes que avanzan a toda
velocidad para el desarrollo del agrocombustible.
¿Qué son los agrocombustibles? El Simplificando: los Los El Ninguna de dichas suposiciones es correcta. El uso El El término agrocombustibles también nos da una idea de |
El Futuro de los Agrocombustibles
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Laura Carlsen (lcarlsen@ciponline.org) es Directora del Programa de las Américas en www.ircamericas.org, en la Ciudad de México.
Versión original: The Agrofuels Trap
Traducción por: Gracia Tenorio-Pearl Programa de las Américas
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