Este artículo busca argumentar la idea de que el actual agravamiento de la crisis alimentaria, que ha devenido en crisis de magnitud política en varios países del mundo no responde a causas coyunturales. Por el contrario, se trata de cambios que crearán un escenario propicio para la manifestación abierta de la lucha de clases en plazos más largos, y existen cinco grandes motivos, dentro del actual funcionamiento del sistema capitalista, que sustentan esta explicación.
El aumento del consumo de alimentos en el mercado mundial, impulsado por la creciente demanda de carnes de sectores de las poblaciones de China y la India y también de algunos países de África -productores de petróleo- ha significado la disminución de los stocks mundiales de alimentos. Si bien la producción a nivel mundial se ha incrementado no llega a satisfacer el aumento de la demanda mundial. Por ejemplo, el promedio de consumo de carnes en China en 1985 era de 20 kg. por año por persona y en la actualidad es de 50 kg, lo que también implica una mayor demanda de granos ya que para producir 1 kg de carne de pollo se necesitan 2 kg. de maíz.
Los altos precios del petróleo en el mercado mundial también han determinado la suba del precio de los alimentos, ya que en la producción agropecuaria capitalista, los principales insumos se basan en derivados del petróleo, tal es el caso de los fertilizantes y los combustibles para las maquinarias de siembra, cosecha y transporte. Además, la propia crisis del petróleo ha impulsado a las potencias imperialistas a buscar soluciones “alternativas” al combustible fósil, creciendo sustantivamente la producción y el consumo de biocombustibles a partir de alimentos, como el maíz o la soja. Si bien, los biocombustibles no representan en la actualidad una proporción importante respecto al consumo de petróleo, la velocidad de su expansión hace que compita con la producción destinada a alimentación y también presiona hacia el alza de los precios. Como ejemplo, si bien los biocombustibles representan el 1% del consumo mundial de energía, los Estados Unidos destinan el 20% de su cosecha de maíz a la producción de etanol.
Por otro lado, la crisis internacional de los mercados financieros hace que buena parte de los capitales especulativos se “refugien” en producciones con demanda segura y altas tasas de ganancia como son las alimentarias, recalentando los mercados futuros y presentes e impulsando en esta rama de la producción también una burbuja de precios.
Por último, si bien siempre la producción de alimentos estuvo expuesta a las condiciones climáticas, el fenómeno de cambio climático ha producido algunos verdaderos desastres ecológicos, y sacado de la producción gran cantidad de tierras en países que son grandes productores, por ejemplo las grandes sequías de Australia y las inundaciones en los Estados Unidos.
De tal magnitud es la crisis política y económica que estos fenómenos generan, que los propios organismos de Naciones Unidas admiten que el aumento de precios de alimentos crecerá hasta por lo menos el 2015, mientras que el presidente del Banco Mundial se fotografía con una bolsa de arroz y un pan diciendo que esa es la causa de la “nueva inestabilidad social” en el mundo. Según cifras del Banco Mundial, en 3 años los precios de los alimentos subieron un 83%, el precio del arroz y la soja se duplicaron en un año, el del trigo se incrementó en un 130% y el del maíz lleva casi un 40% en lo que va del 2008.
En efecto, los administradores internacionales de los intereses de la burguesía no equivocan el diagnóstico, en los últimos meses, distintos levantamientos populares han ocurrido en países como Marruecos, Yemen, México, Guinea, Mauritania, Senegal, Camerún, Indonesia, Costa de Marfil y Haití, debido a situaciones urgentes en materia alimentaria.
Sin embargo, como conclusión sería erróneo plantear que en última instancia los determinantes de la hambruna mundial son causados por una mala racha de sequías o por que los chinos pretendan comer mejor. Estos elementos que reseñamos más arriba son las puntas del iceberg de las contradicciones generadas por el sistema. Es el propio carácter capitalista de la economía mundial el que condena al hambre a miles de millones de personas al subsumir las necesidades alimentarias de la humanidad a los intereses y la tasa de ganancia de los grandes empresarios productores mundiales.
El aumento del consumo de alimentos en el mercado mundial, impulsado por la creciente demanda de carnes de sectores de las poblaciones de China y la India y también de algunos países de África -productores de petróleo- ha significado la disminución de los stocks mundiales de alimentos. Si bien la producción a nivel mundial se ha incrementado no llega a satisfacer el aumento de la demanda mundial. Por ejemplo, el promedio de consumo de carnes en China en 1985 era de 20 kg. por año por persona y en la actualidad es de 50 kg, lo que también implica una mayor demanda de granos ya que para producir 1 kg de carne de pollo se necesitan 2 kg. de maíz.
Los altos precios del petróleo en el mercado mundial también han determinado la suba del precio de los alimentos, ya que en la producción agropecuaria capitalista, los principales insumos se basan en derivados del petróleo, tal es el caso de los fertilizantes y los combustibles para las maquinarias de siembra, cosecha y transporte. Además, la propia crisis del petróleo ha impulsado a las potencias imperialistas a buscar soluciones “alternativas” al combustible fósil, creciendo sustantivamente la producción y el consumo de biocombustibles a partir de alimentos, como el maíz o la soja. Si bien, los biocombustibles no representan en la actualidad una proporción importante respecto al consumo de petróleo, la velocidad de su expansión hace que compita con la producción destinada a alimentación y también presiona hacia el alza de los precios. Como ejemplo, si bien los biocombustibles representan el 1% del consumo mundial de energía, los Estados Unidos destinan el 20% de su cosecha de maíz a la producción de etanol.
Por otro lado, la crisis internacional de los mercados financieros hace que buena parte de los capitales especulativos se “refugien” en producciones con demanda segura y altas tasas de ganancia como son las alimentarias, recalentando los mercados futuros y presentes e impulsando en esta rama de la producción también una burbuja de precios.
Por último, si bien siempre la producción de alimentos estuvo expuesta a las condiciones climáticas, el fenómeno de cambio climático ha producido algunos verdaderos desastres ecológicos, y sacado de la producción gran cantidad de tierras en países que son grandes productores, por ejemplo las grandes sequías de Australia y las inundaciones en los Estados Unidos.
De tal magnitud es la crisis política y económica que estos fenómenos generan, que los propios organismos de Naciones Unidas admiten que el aumento de precios de alimentos crecerá hasta por lo menos el 2015, mientras que el presidente del Banco Mundial se fotografía con una bolsa de arroz y un pan diciendo que esa es la causa de la “nueva inestabilidad social” en el mundo. Según cifras del Banco Mundial, en 3 años los precios de los alimentos subieron un 83%, el precio del arroz y la soja se duplicaron en un año, el del trigo se incrementó en un 130% y el del maíz lleva casi un 40% en lo que va del 2008.
En efecto, los administradores internacionales de los intereses de la burguesía no equivocan el diagnóstico, en los últimos meses, distintos levantamientos populares han ocurrido en países como Marruecos, Yemen, México, Guinea, Mauritania, Senegal, Camerún, Indonesia, Costa de Marfil y Haití, debido a situaciones urgentes en materia alimentaria.
Sin embargo, como conclusión sería erróneo plantear que en última instancia los determinantes de la hambruna mundial son causados por una mala racha de sequías o por que los chinos pretendan comer mejor. Estos elementos que reseñamos más arriba son las puntas del iceberg de las contradicciones generadas por el sistema. Es el propio carácter capitalista de la economía mundial el que condena al hambre a miles de millones de personas al subsumir las necesidades alimentarias de la humanidad a los intereses y la tasa de ganancia de los grandes empresarios productores mundiales.
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